Crónica de una expedición al continente Antártico 2008 (2a. parte)

17/01/2013  By

9 de Febrero: Arribamos al punto del primer desembarco: Isla Danco (64°44′S, 62°36′W), parte del Canal de Herrera. Para eso, todos los pasajeros, un total de 88, ya estábamos formados en 4 grupos: Shackleton, Charcot, Nordenskjold y Amundsen (4), que permitirían a todos, alternar si serían los primeros o los últimos en bajar. Yo me apunté en el primero. Antes de desembarcar, era necesario en una placa especial en forma de barco, de la cual colgaban 88 fichas, todas con un número diferente y que por un lado tenían una cara roja y una cara verde. Yo tenía el número 33. Cuando salía a expedición, tenía que dejar visible la cara roja. Eso indicaba que estaba fuera del barco. Al regresar debía cambiarla a verde, porque ya estaba abordo. Eso permitía identificar quienes faltaban por regresar.



Zodiac en la Antártica

El barco, comparado con otros que existen con capacidad de 2,000 o más pasajeros, era pequeño, ya que su capacidad es de apenas 105. De los 88 pasajeros, de 18 nacionalidades diferentes, el único mexicano era yo. Habían además entre otros: argentinos, brasileños, italianos, hindúes, chinos, japoneses, holandeses, norteamericanos, ingleses, etc.

 

Pingüinos Juanito o Gentoo

Con una enorme grúa bajaban los zodiacs (5), usados para transportarse del barco hasta la orilla, en tierra para la expedición por el lugar. Llegué a tierra. En el agua, cerca de la costa, había grandes trozos de hielo. Se podían observar cientos de pingüinos. El tipo de pingüino que más observé fue el Papúa (Gentoo, en inglés). De pico y patas naranjas. Fui testigo de cómo es la naturaleza: un pingüino adulto, desde una montaña, aventó a su polluelo, visiblemente lesionado, rodando éste varios metros hacia abajo. Por otro lado, observé la forma graciosa en la que caminan: abren sus alas y empiezan a caminar yéndose de un lado para el otro. En el agua son excelentes nadadores, y tienen que serlo, para poder alimentarse y poder huir de sus depredadores. La primera expedición había sido todo un éxito. Regresamos al barco.




Regresando al barco

Al abordar, un miembro de la tripulación, siempre nos recibía con una bebida caliente. Pudiendo ser “Bouillon” (muy parecido a un consomé), o chocolate, ambos servidos muy calientes, que luego de pasar una o 2 horas fuera del barco, a temperaturas bajo cero, venía a ser toda una delicia.

Algunos minutos después, ya era hora de la comida. Ésta fue servida en la cubierta del barco, por única ocasión, no en el restaurante, a maneja de agasajo, para disfrutar el paisaje. Durante la comida, fue posible observar las formaciones de hielo en el Canal Lemaire. El canal, de 7 millas de largo por una de ancho en promedio. Hermosas vistas. También vi ballenas jorobadas así como pequeños y enormes témpanos de hielo, con diferentes tonalidades, pasando del color blanco, hasta un azul intenso. Cuando era posible observar algo interesante, la tripulación siempre avisaba mediante el equipo de sonido, qué era posible ver y en qué posición respecto del barco, usando la vieja analogía de las agujas de reloj (6).

 

Con un polluelo de juanito

El siguiente lugar de desembarco fue Isla Petermann (65°10′ S, 64°10′ W). Este punto fue el más al sur alcanzado en este viaje, a aproximadamente 2,800 kms. del Polo Sur geográfico. Prácticamente a 10,000 kilómetros de distancia en línea recta hasta mi domicilio en Mérida, medido con un dispositivo posicionador global (GPS). Ahí pude observar una nueva especie de pingüino, el Adelia, cuya característica principal, es que tiene toda la cabeza negra. También abundaba el Papúa. Aquí, observé, como una madre cuidaba de su polluelo recién brotado en su nido y debajo suyo. En la parte que visitamos, había una extensa superficie nevada. Ahí se pudo observar unas líneas trazadas, que corresponden a las “carreteras” de los pingüinos, formadas por su paso constante, de nieve apisonada convertida en hielo, que son las vías utilizadas para trasladarse de un lado a otro.

 

Mamá pingüino y su polluelo

El siguiente punto de visita fue en Bahía Dorian (64°49′ S, 63°30′ W), ubicada en el lado noroeste de la Isla de Wiencke. Éste era el último desembarco programado para ese día. Inició a las 22:30 horas, y el último zodiac de regreso al barco fue a la media noche. Eran casi las once de la noche, y el sol estaba fuerte en intensidad, pero bajo, en cuanto a posición, permitiendo obtener fotografías de paisajes nevados con tonos naranjas. En esa época, la luz directa del sol está la mayor parte del tiempo, y por la noche, no llega a quedar totalmente oscuro, sino se queda en una tarde perpetua, hasta que nuevamente pocas horas después el sol vuelve a salir y a brillar en todo su esplendor en las primeras horas de la madrugada.




Al día siguiente, 10 de febrero, el primer desembarco fue en Jougla Point y Port Lockroy (64°50′ S, 63°29′ W). En el primero, se observó una importante colonia de pingüinos Papúa. Igualmente vi el esqueleto bien conservado de una ballena. En el segundo punto, a aproximadamente unos 300 metros del primero, se encuentra una base inglesa, en la cual hay una pequeña tienda donde se pueden adquirir recuerdos o souvenirs: desde playeras, gorras, libros, mapas, hasta postales y timbres. También hay un museo donde se exhiben antiguos equipos de radio y de medición atmosférica, un fonógrafo que pusieron a tocar música de principios del siglo XX, y en las paredes fotos de la reina Elizabeth II y su esposo. También hay una oficina postal, mejor dicho, un buzón, del correo ingles donde pueden depositar postales, a los cuales debía adherirse un timbre previamente adquirido ahí, del mismo correo inglés. El tiempo estimado para la llegada de esas postales hasta aquí es de 2 meses. Los precios son algo elevados, pero es fácil comprender porqué. Por ejemplo, una playera para un niño de 4 años, 20 dólares. Para un adulto, 30 dólares. Pero ya estando ahí, no pude resistir la tentación. Es una oportunidad única. Son cosas que no se deben de pensar mucho, que luego si no se hacen, te arrepientes por el resto de tu vida. Terminé comprando unas playeras, un plano del continente, tres postales y sus timbres por un total de 111 dólares americanos. En ese lugar viven en temporada de verano, una pareja de ingleses. El sacrificio que tienen que hacer estas personas, para vivir esos meses ahí en la soledad, casi como si estuvieran en una estación espacial, aunque según comentaron, reciben visitantes varios días de la semana.




 

Kelp gull, gaviota cocinera o gaviota dominicana

El siguiente lugar a visitar fue Neko Harbour (64°50′ S, 62°33′ W), el único punto visitado de tierra continental de la Península Antártica, ya que las anteriores habían sido islas. Ahí se observó un glaciar, y en tierra, a escasos metros del mar, podían verse enormes bloques de hielo de diferentes formas y tamaños, producto de desprendimientos del glaciar cercano. También vi una gran colonia de pingüinos Papúa. En ese, fue el único lugar donde nos cayó una nevada. Fue una agradable experiencia.

Continua aquí.

 

Notas:

(4) todos son antiguos exploradores de la Antártida.

(5) barcos inflables con capacidad de 12 personas aproximadamente.

(6) Si dicen a las “12” quiere decir que está al frente de la proa. Si dicen a las “6”, entonces está atrás, en la popa. A las “3” a la derecha o a babor y a las “9” a la izquierda o estribor, siempre viendo hacia el frente del barco.


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